- Mike Shanahan
- BBC Earth
8 febrero 2017
Hace más de 2.000 años le cortaron una rama a un árbol importante.
La orden la dio Ashoka El Grande, emperador de India, y se dice que fue bajo este mismo árbol que Buda alcanzó la iluminación.
Ashoka le otorgó estatus de realeza a la rama, y la plantó en un vaso de oro sólido.
Esta historia, basada en el poema épico el Maja-vansha ("El gran linaje"), gira en torno a una especie de higuera que los científicos llaman Ficus religiosa.
Sin embargo, esta no es la única especie de ficus. Hay más de 750 tipos, y ninguna planta ha influido tanto en la imaginación en el transcurso de la historia.
Raíces aéreas
La mayoría de los ficus entierra sus raíces bajo la superficie, pero el higo estrangulador y sus similares presume de ellas mostrándolas al público.
Los higos estranguladores son plantas extraordinarias que crecen de semillas que sueltan las aves y otros animales en el tope de otros árboles.
Desde ahí lanzan sus raíces aéreas que van haciéndose más gruesas, hasta cubrir al árbol que les ha servido de anfitrión.
Algunas veces, se transforman en una suerte de mallas vivientes, con un tamaño colosal, que llegan a ahogar y matar al árbol que han invadido.
Dos países tienen higos estranguladores como parte de sus escudos de arma.
Uno esIndonesia, donde el árbol simboliza la unidad dentro de la diversidad, mientras que sus raíces colgando representan las numerosas islas que componen la nación.
Y el otro es Barbados, que debe su nombre a la imagen que vio el explorador portugués Pedro a Campos, cuando su barco llegó a la isla en 1536.
El marino encontró muchos higos estranguladores que crecían a lo largo de la costa, del tipo llamado Ficus citrifolia.
Eran masas de raíces marrones y rojizas colgando de las ramas de los árboles, como mechones de pelo enmarañados. Por eso a Campos nombró la isla de Los Barbados ("los barbudos").
Testigo de la historia
Sin embargo, los higos estranguladores ya habían conquistado la mente humana desde hacía mucho antes.
Budistas, hinduistas y jainistas han venerado esta especie por más de dos milenios.
El mismo árbol aparece en los himnos de batalla cantados por el pueblo védico hace 3.500 años. Y, 1.500 años antes, apareció en los mitos y el arte de la civilización del Valle del Indo.
En algunos casos se presentan en historias de ficción, folclore y ritos de fertilidad.
El más notorio es el baniano indio (Ficus benghalensis), un árbol tan grande que de lejos puede parecerse a un pequeño bosque.
Se dice que un baniano en Uttar Pradesh es inmortal.
Al sur de ese país, otro ejemplar surgió donde una mujer se arrojó a la hoguera funeraria de su esposo y murió.
Ese árbol, en Andhra Pradesh, puede proveer de refugio a 20.000 personas.
Alimento indispensable
Los primeros europeos que disfrutaron de la sombra de un baniano fueron Alejandro Magno y sus soldados, quienes llegaron a la India en 326 a. C.
Sus historias de este árbol pronto alcanzaron al filósofo griego Teofrasto, el fundador de la botánica moderna.
Teofrasto había estado estudiando la higuera comestible, Ficus carica, y notó insectos diminutos que entraban o salían de los higos.
Pasarían más de 2.000 años antes de que los científicos se dieran cuenta que cada especie ficus tiene sus propias avispas polinizadoras.
Del mismo modo, cada especie de avispa de higuera sólo puede poner sus huevos en las flores de sus higos compañeros.
Esta relación comenzó hace más de 80 millones de años y ha moldeado el mundo desde entonces.
Comida todo el año
Las especies de ficus deben producir higos durante todo el año, para asegurar que sus avispas polinizadoras sobrevivan.
Esta es una gran noticia para los animales que comen frutas, que de otro modo tendrían dificultades para encontrar comida durante gran parte del año.
De hecho, los higos sostienen más especies de vida silvestre que cualquier otro tipo de fruta.
Hay más de 1.200 especies que comen higos, incluyendo una décima parte de todas las aves del mundo, casi todos los murciélagos de frutas conocidos y decenas de especies de primates.
Por ello, los ecologistas opinan que si esta especie desaparece, todo lo demás colapsaría.
Los higos no solo alimentan a los animales. Para algunos, la presencia durante todo el año de higos maduros, habría ayudado a sostener a nuestros primeros antepasados.
Incluso, dicen que los higos de alta energía, estarían relacionados con el desarrollo de cerebros más grandes en nuestros predecesores.
También hay una teoría que sugiere que nuestras manos evolucionaron como herramientas para evaluar cuáles higos son suaves, y por lo tanto dulces y ricos en energía.
Domesticadas
Las especies de ficus se encuentran entre las primeras plantas domesticadas, hace varios miles de años.
Los antiguos egipcios se apoderaron de una especie llamada Ficus sycomorus, cuyas avispas polinizadoras estaban extintas localmente o nunca habían llegado al lugar.
Esto les impediría producir una sola higuera madura.
Pero gracias a un golpe de suerte o de ingenio, los agricultores desarrollaron un método para engañar al árbol y así madurar sus higos, sacándoles un tajo con un cuchillo.
En poco tiempo, los higos eran un pilar de la agricultura egipcia.
Los agricultores incluso entrenaron monos para trepar árboles y cosecharlos.
Creencias
Los faraones llevaron higos secos a sus tumbas, para alimentar sus almas durante el viaje a la otra vida. Creían que la diosa madre Hathor emergería de una higuera mítica, para darles la bienvenida al cielo.
El rey Nabucodonosor II los plantó Ficus carica en los jardines colgantes de Babilonia. El rey Salomón, de Israel, los alabó con canciones. Los antiguos griegos y romanos dijeron que los higos eran un regalo del cielo.
Su atractivo quizás se deba a otro atributo crucial. Aparte de ser dulce y sabrosos, también contienen fibra, vitaminas y minerales.
Un ejemplo famoso del poder sanador de los higos aparece reseñado en la Biblia.
Ezequías, rey de Judá, estaba al borde de la muerte con una plaga de furúnculos, pero logró recuperarse después que sus sirvientes aplicaron a su piel una suerte de pasta hecha con higos picados.
Los medicamentos desarrollados durante milenios en todo el trópico han utilizado no solo el fruto, sino su corteza, hojas, raíces y el látex que desprende.
Ocultando ruinas
Los árboles de higos también han ocultado ruinas de antiguas civilizaciones.
Por ejemplo, las grandes ciudades de la civilización del Valle del Indo se multiplicaron entre 3300 y 1500 a.c., luego desaparecieron de la historia hasta 1827, cuando un desertor de la Compañía de las Indias Orientales, llamado Charles Masson, se topó con ellas.
En ese momento, gigantescos árboles estranguladores dominaban el paisaje, y las ruinas sobresalían de misteriosos montículos.
El colapso de esta civilización se debió a una prolongada sequía, y lo mismo ocurrió con las pirámides mayas de Tikal, en Guatemala.
En Krakatoa, la vida quedó erradicada de la isla en 1883, luego de la erupción del volcán. Los higos fueron excelentes vehículos para estimular la formación de las áreas boscosas nuevamente.
Basándose en esto, los científicos están replicando este efecto a lo largo del trópico, plantando higueras para acelerar la regeneración de la selva tropical en áreas donde se han perdido árboles debido a la tala.
Contra el cambio climático
La capacidad de las higueras para regenerar la vegetación, no es el único elemento que le permite combatir el cambio climático.
En el noreste de India, la gente estimula a las raíces de los higos para que crucen los ríos, y así formar puentes naturales para cuando llegan las temporadas de crecidas, las cuales suelen cobrar vidas.
En Etiopía, los higuerones están ayudando a los agricultores a adaptarse a la sequía, proporcionando sombra vital a los cultivos y forraje para las cabras.
Estos dos enfoques también pueden aplicarse en otros lugares donde se experimentan condiciones extremas.
La larga historia de 80 millones de años de las higueras, es un recordatorio de que nosotros somos lo que llegamos de últimos a poblar la Tierra.
Sin duda, nuestro futuro estará más seguro si incluimos estos árboles en nuestros planes.
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